...debemos ser los primeros en vivir el evangelio y que luego el evangelio se transmita por contagio. Pues cuanto más lo vivamos y más fraternas sean nuestras comunidades, cuanto más llenos estemos de Jesucristo y de su evangelio, seremos más capaces de transmitirlo.
Desafíos de la Vida
Religiosa
a la Nueva Evangelización
Entrevista al
superior general de los Hermanos Maristas
Por José Antonio
Varela Vidal
ZENIT.org
Con el fin de
proseguir con las entrevistas a los superiores generales de las congregaciones
religiosas, ZENIT conversó esta vez con el hermano Emili Turú Rofes, sucesor de
san Marcelino Champagnat, quien fundara hace casi 200 años la familia de los
Hermanos Maristas, cuyo carisma a nivel universal es la educación de niños y
jóvenes.
¿Cómo puede seguir
aportando la vida religiosa a este llamado de la Nueva Evangelización?
--Hno. Turú: Creo
que la vida religiosa va a continuar aportando como ha hecho siempre, porque es
fundamental y caracterísitco de su misión: servir y evangelizar. En la vida
religiosa nos hemos planteado que la evangelización debe ser siempre nueva. Los
que trabajamos con los jóvenes sabemos muy bien que las generaciones cambian y
por lo tanto debe haber un aspecto de novedad, ya sea en los planteamientos, en
el lenguaje, en la manera de comunicar. Lo que no cambia de ninguna manera es
lo esencial, el dejarse evangelizar; en la vida religiosa estamos insistiendo
mucho en que debemos ser los primeros en vivir el evangelio y que luego el
evangelio se transmita por contagio. Pues cuanto más lo vivamos y más fraternas
sean nuestras comunidades, cuanto más llenos estemos de Jesucristo y de su
evangelio, seremos más capaces de transmitirlo.
¿Esto cómo se va a
reflejar, qué debe cambiar?
--Hno. Turú: Es un
proceso continuado de conversión, no es algo que ocurrirá de repente. Nuestro
compromiso como religiosos y religiosas es por la radicalidad del evangelio.
Hay dos grandes dimensiones que deben acercarse siempre, que son la mística
--aquella contemplativa, de profundidad--, y la prófetica, que significa estar
en los márgenes, sean estos geográficos, de las culturas, de las religiones, o
quizás allí donde peligra la vida; son estos dos polos, el místico y el
profético, que siempre hay que equilibrar, aunque no siempre hemos sido capaces
de hacerlo...
Lo contrario a la
radicalidad es la superficialidad… A veces faltan los testimonios radicales,
los ejemplos heroicos de los religiosos…
--Hno. Turú: El
peligro de superficialidad es constante y lo es para cualquier cristiano, por
lo que la vida religiosa no está lejos de esto. Efectivamente, creo que el
peligro de superficialidad hoy en día, tal como está el ritmo de comunicación y
las posibilidades que tenemos de dispersión, es un riesgo constante, por lo que
la llamada es a la profundización.
A ustedes se les ha
considerado siempre como “expertos” en educación dentro y fuera de la Iglesia,
¿cuál es su reflexión y acción por la educación de estos tiempos?
--Hno. Turú: Cada
continente tiene una realidad distinta, porque las necesidades y contextos son
distintos. En el caso de Europa, sentimos que hay una sed de espiritualidad,
hay una búsqueda de sentido, y nos preguntamos cómo podemos dar desde nuestro
ámbito educativo una respuesta que pueda abrir las puertas a la trascendencia.
En Europa nos encontramos hoy con generaciones que en sus familias no hay
educación religiosa, no hay contacto con la parroquia ni nada. Entonces
nuestros ámbitos educativos en muchos casos son el único punto de contacto con
algo que tenga que ver con la Iglesia, por lo tanto son espacios privilegiados
de evangelización. En algunos casos, será como acompañarlos hasta el lindero, al
atrio de la fe; en otros será llevarlos a un descubrimiento de la fe. Y en
otros será de evangelización explícita, como por ejemplo a través de una
pastoral juvenil organizada, que pueda seguir el acompañamiento personal de los
niños y jóvenes; esto tiene futuro, mas allá del ambito escolar, pues se abre a
otros momentos y a otras posibilidades.
Muchos políticos y
empresarios, tanto de Europa como de América Latina, han salido de colegios
católicos y esto seguirá sucediendo... ¿Qué valores se deben subrayar en la
formación de las siguientes generaciones, con aquellos que liderarán sus
países?
--Hno. Turú: Diría
que en primer lugar están los valores que llamamos “humanos”. Lo que nuestro
fundador nos decía es que se trata de formar “buenos cristianos y buenos
ciudadanos”. Se trata de transmitir valores básicos humanos como la honestidad,
la transparencia, la sinceridad y sobre todo la solidaridad, porque nuestra
sociedad está muy quebrada y con muchas diferencias, por lo que se trataría de
construir puentes de comunicación para que la sociedad sea más igualitaria.
Aparte de eso decimos buenos cristianos. En esto no somos los únicos agentes ni
todo está en nuestras manos; lo nuestro es sembrar y el crecimiento viene de
parte del Espíritu Santo.
Usted como marista
propone que la Iglesia asuma un rostro mariano, ¿puede explicarnos esto?
--Hno. Turú: Tanto
Juan Pablo II como el actual papa, han hablado en varios momentos de una
Iglesia mariana. Y nosotros como instituto mariano hemos adoptado esta idea, lo
que significa no sólo una gran devoción o amor a María, sino asumir las
actitudes marianas en nuestra propia vida. Somos conscientes que en el ámbito
de los jóvenes y en algunos países, la Iglesia no tiene buena prensa y tiene un
rostro que no resulta atrayente. Cuando hablamos de un rostro mariano nos
referimos a una Iglesia que es cercana, fraterna, una Iglesia que es servidora.
El obispo Tonino Bello usó la imagen de la Iglesia del delantal; este debería
ser el único ornamento litúrgico --decía él--, porque fue el único que usó
Jesús y lo hizo cuando se puso a lavar los pies. Para nosotros es importante
que en ese contacto con los jóvenes, la Iglesia tenga un rostro atrayente,
cercano y no lejano, como pueblo de Dios, comunidad de creyentes, una “Iglesia del
delantal”.
Muchos casos de
pedofilia se dieron en el ámbito educativo décadas atrás, donde los padres
confiaron a sus hijos a la Iglesia, ¿cuáles son los pasos que se están dando en
la formación de los religiosos para evitar todo esto?
--Hno. Turú: Por
nuestra parte, que estamos comprometidos en todo el mundo con niños y jóvenes,
hacemos todo lo posible por prevenir. En todos los países donde estamos
presentes impulsamos políticas para que las familias tengan la seguridad de que
si nos confían la educación de sus niños, el ambiente va a ser seguro y que si
hubiera algún tipo de problema, vamos a ser los primeros en responder y de
manera adecuada. También estamos apoyando para que no se den situaciones de
abuso en ningún ámbito, ni siquiera en las familias, y si así fuera, ayudar a
las víctimas en los procesos, en el apoyo personal.
En cuanto a los
religiosos, me parece importante ofrecer una adecuada educación a nivel
afectivo y sexual, de manera que ellos, que han hecho compromiso de celibato y
castidad, sean capaces de comprender sus propias pulsiones y respetarse a sí
mismos y a los demás. Y, por otra parte, disponer de un apropiado proceso de
selección, estar atentos a situaciones patológicas que mostrarían inhabilidad
para estar en contacto con niños y jóvenes.
Hay otro desafío
educativo, que es la formación de los niños en un mundo digital, ¿verdad?
--Hno. Turú: Es un
desafío enorme, y además va a tal velocidad que me temo que no tengamos la
capacidad de respuesta suficiente. Lo considero un tema importante, es decir
¿qué tipo de persona está creando esta cultura digital? No lo digo como algo
negativo, sino que algo está cambiando allí y está creando otra manera de
relacionarse, de contactar la realidad, otra lógica. No podemos continuar como
siempre cuando todo esto ha cambiado; es un reto enorme y va a exigir mucha
capacidad de respuesta nuestra para ponernos a la altura de lo que se nos pide,
ya que esta progresión va a una velocidad increible.
¿Cómo está la
congregación en el mundo, su extensión actual?
--Hno. Turú: Estamos
en los 5 continentes, en 79 países. Atendemos a unos 600.000 jóvenes en todos
los ámbitos, sean estos de educación formal, desde infantil a universitaria;
también en la educación no formal, o en centros sociales. Somos unos 36.000
educadores, de los cuales los hermanos somos un 10 % aproximadamente. Tenemos
un florecimiento de vocaciones en algunos países de África y América Latina, en
las islas del Pacífico y en algunas partes de Asia.
¿Tienen planes de
nuevas fundaciones o extensiones?
--Hno. Turú: Estas
decisiones se toman más bien a nivel de Provincias, pero como Instituto
lanzamos hace 5 años un nuevo proyecto en Asia, invitando voluntarios de todo
el mundo para abrir obras en nuevos países y responder al llamado de la Iglesia
en Asia como un continente de esperanza. Ahora mismo hay 50 personas en 6
nuevos países y comienzan a surgir también las vocaciones locales. Esto fue una
iniciativa audaz que creo que ha dado mucha vitalidad a la congregación.
¿Qué causas de
beatificación tienen iniciadas?
--Hno. Turú: Como
santos, tenemos a san Marcelino Champagnat, nuestro fundador, luego está el
grupo de 47 beatos, mártires de la fe en España. Hemos introducido la causa del
primer superior general, el hermano Francisco Rivat, así como del hermano
Alfano que era italiano, ambos ya son venerables. Tenemos también iniciada la
causa del hermano Basilio Rueda, que fue superior general en los años del
postconcilio; esta causa se encuentra en la fase diocesana. Finalmente, hay un
grupo de más de 100 hermanos, también mártires en España, agrupados en varias
causas ya introducidas en el Vaticano.
¿Qué mensaje les
quiere mandar a los hermanos y educadores maristas, ante el desafío de la nueva
evangelización?
--Hno. Turú: Primero
quiero agradecer por lo que tantas personas, a menudo de manera anónima, están
haciendo. No dejo de admirarme cuando voy por el mundo y me encuentro con
hermanos y laicos y laicas, que viven su profesión como una vocación, de manera
muy intensa y profunda. Es hermoso ver cómo muchos combinan un alto sentido
profesional con una gran capacidad de ternura, de cariño, y eso a veces en
situaciones enormemente difíciles, como vivir con salarios de 30 dólares al
mes; a pesar de todo, allí están entregándose. O en países donde por educar en
una escuela católica se corre el riesgo de la propia vida, pero allí siguen
dando lo mejor de ellos mismos.
Una palabra de
agradecimiento, porque están haciendo una presencia de Iglesia en un lugar que
es de frontera, de encuentro de la fe, de la cultura y de la vida. Creo que la
educación hoy es como un nuevo atrio de los gentiles, porque allí tenemos todo
tipo de personas. Hay familias que vienen a nosotros sólo por la calidad de la
educación: es una ocasión para ofrecer algo más, un espacio de encuentro, de
diálogo, de posibilidad de encuentro con el Señor.
Y también quiero dar
una palabra de ánimo, de que vale la pena seguir apostando por la educación;
cambiarán los métodos, los instrumentos, tendremos nuevas metodologías, habrá
más Internet o menos, pero la persona del educador no la podrá sustituir jamás
nadie.
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